El 1 de septiembre de 2012 se dejó de fabricar la bombilla incandescente que iluminó los hogares de miles de personas desde que Thomas Alva Edison la inventara en 1879. Y a partir de 2016, ésta irá desapareciendo poco a poco de los hogares de la Unión Europea. El motivo de su desaparición se debe a su falta de rendimiento lumínico, ya que solo el 10% de la energía que produce es en forma de luz, frente al 90% que se transforma en calor. Este hecho ha significado el surgimiento de nuevas opciones más eficientes, como la iluminación led. Sus casi 50.000 horas de vida hacen de la bombilla led la mejor candidata para substituir a la bombilla incandescente.
El LED (Lighting Emitting Diode)
Un LED es un diodo emisor de luz, utilizado desde hace tiempo en diversos dispositivos como los botones de algunos aparatos electrónicos. El primer LED se desarrolló en 1927 por Oleg Vladimírovich Lósev y se empezó a utilizar a partir de los años sesenta. La primera iluminación led solo ofrecía los colores rojo, amarillo o verde y su intensidad era baja, pero a partir de los años 90 se empezaron a desarrollar los primeros leds de luz blanca que emitían una alta luminosidad, la suficiente como para iluminar una habitación. Se abría así, un gran abanico de posibilidades en la iluminación led.
¿Cómo funciona?
Su funcionamiento consiste en la emisión de fotones de luz cuando los electrones que portan la electricidad atraviesan el diodo. Este fenómeno recibe el nombre de electroluminiscencia. La iluminación led, emite su luz desde la superficie superior del chip y la proyecta en forma de cono, con un ángulo entre 120 y 140 grados. Todos los diodos tiene una construcción compacta y su principal diferencia con las bombillas incandescentes es que no tiene filamentos ni partes frágiles de vidrio, lo que permite una mayor durabilidad. La eficacia de la iluminación led alcanza casi el 85% del total de la energía consumida, lo que supone un mayor ahorro energético y una menor contaminación. Por cada kilowatt-hora que consume un LED, las plantas termoeléctricas dejan de emitir alrededor de 0,6 kg de dióxido de carbono al medio ambiente.